10 nov 2010

Teneis que leerla

La sencillez de una obra maestra
Soy el profesor del pueblo. Vivo cerca del molino. A veces el viento cubre mi cara de
harina. Tengo piernas largas y las noches de insomnio han tallado ojeras bajo mis
pestañas. Compongo mi vida con rústicos materiales de la aldea: el sonido agónico del
tren local, las manzanas del invierno, la humedad sobre la piel de los limones tocados
por la escarcha de la madrugada, la paciente araña en la sombra de mi cuarto, la brisa
que mueve las telas de las cortinas.”
Con una prosa de una belleza radiante, nostálgica de algo que se fue y algo que
está por llegar, Skarmeta ha escrito una novela corta en longitud pero larga y profunda
en contenido. Cada palabra, cada frase es una joya; cada pensamiento, cada sentimiento ahonda en lo más profundo del ser humano y deja al lector un poso de sabiduría sobre
el mundo y sobre sí mismo.
Skármeta hace un prodigioso trabajo de contención, de sencillez, para ofrecer una historia que es una admirable metáfora sobre la inocencia y su pérdida y sobre los pasos que el ser humano debe dar para alcanzar la madurez. Y lo hace con un estilo tan depurado como si hubiera pasado por un alambique. Nada sobra y nada falta en esta
historia sobria y emocionante, como debe serlo una obra maestra.
Un padre de película es una especie de carta escrita a un amigo. Una confesión, una reflexión, una conmovedora indagación de lo más íntimo. En las escasas ciento cincuenta páginas de esta magnífica novela, Jacques, el protagonista, experimenta una total transformación, y no lo hace como consecuencia de un proceso complejo. No es un héroe aventurero en busca del grial. Es un joven ingenuo, de mirada limpia y triste, que descubrirá casi por casualidad la verdad sobre su vida y sobre lo que le rodea y este
hecho, en lugar de hundirle, le transformará, le hará crecer, envejecer, como él mismo reconoce, y definir por primera vez su lugar en el mundo. Ya no es un joven que ha perdido a su padre, es un hombre que decide su destino.
La novela posee, además, una profunda sensualidad. Porque Un padre de película trata también del descubrimiento de la sexualidad. Jacques se siente atrapado por el erotismo de las hermanas Gutiérrez y será esa atracción el primer paso para su proceso de madurez.
“Tiene unas tetas que me dan ganas de apretarlas y reventarlas como si fueran un racimo de uvas. Sus dientes resplandecen en la noche. Me imagino que le muerdo los labios y ella me toca...”
Una prosa limpia, sin adornos, pero de gran belleza, una contención de recursos que deslumbra y una historia emocionante y universal sobre la vida y el paso de la adolescencia a la madurez.

Me la he leido en tres horas.